Dª Ana de Austria y Mendoza, abadesa del Real Monasterio de las Huelgas, hija natural de D. Juan de Austria y de una dama noble llamada María de Mendoza, era por lo tanto prima y sobrina de reyes y lo más importante, nieta del emperador Carlos V. Los príncipes de Éboli, Ruy Gómez de Silva y Ana de Mendoza y de la Cerda, amigos de D. Juan de Austria, le presentaron en su casa de Madrid a María de Mendoza, quien se convertiría en su amante y madre de Ana. Esta nació en el año 1568 en el palacio ducal de Pastrana, propiedad de estos príncipes.
Al quedar huérfana a muy temprana
edad, la niña fue cuidada por Magdalena de Ulloa, quien había criado a su
padre. A los seis años, la encerraron en el Monasterio de Nuestra Señora de
Gracia en Madrigal de las Altas Torres. Una vez fallecido su padre, Alejandro
Farnesio, primo y amigo íntimo de D. Juan de Austria, escribe una carta al rey
Felipe II contándole sobre la existencia de Ana y donde se encuentra. Este la
obliga a profesar como religiosa de clausura, concediéndole eso sí, el apellido
Austria, el tratamiento de excelencia y una pensión anual para su manutención.
Siendo ya una bella joven, llega como capellán a Madrigal,
fray Miguel de los Santos, un fraile agustino portugués. Este se gana la
confianza de Ana y le presenta a Gabriel de Espinosa, pastelero de Madrigal,
asegurándole que se trata del rey Don Sebastián I de Portugal. La joven se
enamora perdidamente y se ilusiona creyendo que algún día llegará a ser reina
de aquel país. Pero para recuperar el trono, “Sebastián” necesita dinero, así
que Ana le cede todas sus joyas para que las venda y pueda regresar con ella a
la corte portuguesa. Queriendo vender las joyas, el pastelero se desplaza a
Valladolid, donde se descubre la trama y es detenido. En su poder se encuentran
sendas cartas del capellán y de Dª Ana. Acusados de crimen de “lesa majestad”,
Gabriel y fray Miguel son procesados y
condenados a muerte. A ella la encierran en el convento agustino de Ávila, donde,
desprovista de privilegios, pasa más de tres años. Su primo, el rey Felipe III
es quien la hace trasladar nuevamente al Monasterio de Madrigal y allí, una vez
restituida su influencia, es elegida priora.
En 1610, este mismo rey decide que Dª Ana es una buena
candidata para resolver los problemas en los que se encuentra en ese momento el
poderoso Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas en Burgos. Ella deja
entonces la orden de San Agustín, toma
el hábito cisterciense y el 8 de agosto de 1611 es nombrada abadesa perpetua de
esta Real Casa, la mayor dignidad eclesiástica concedida a una mujer de la
época; tenía 42 años. A partir de entonces, disfruta allí de casa-palacio,
rentas considerables y goza además de la protección de los reyes.
En las Huelgas hace grandes obras, incluida la llamada
“Abadía”, donde se encuentran sus aposentos privados. Durante su mandato
abacial goza del respeto y la admiración de la comunidad religiosa.
Dª Ana de Austria
fallece en este Real Monasterio el 28 de Septiembre de 1629. En él tiene
su capilla funeraria.
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