En la Ciudad de Frías en la provincia de Burgos hay dos edificaciones que destacan a simple vista, una de ellas es su desafiante Castillo sobre las rocas y el segundo su grandioso puente fortificado sobre el río Ebro, uno de los mejores conservados de España, declarado Bien de Interés Cultural en 1949.
Aunque la construcción del puente que vemos hoy es de época medieval, se levantó sobre los restos de otro anterior de origen romano, del que se conservan algunas bases y tajamares, que eran las formas curvas que se añadían a las pilas de los puentes, aguas arriba y abajo, para cortar el agua y la corriente repartiéndola por sus lados, de este modo se protegía al puente de los deterioros por el desgaste de la fuerza del agua.
El puente mide 143 metros de largo y unos 3,5 metros de ancho. Tiene 9 arcos, de ellos los centrales son apuntados.
Fue gracias al rey Alfonso VIII de Castilla quien mandó repoblar esta zona, estableciendo un mercado fijo y otorgando fueros, lo que llevó a convertir Frías en una de las localidades más importantes de la zona, y a la lógica necesidad de reconstruir el puente.
Posteriormente dado que el puente era paso obligado entre la meseta y el Cantábrico, en el siglo XIV se añadió la torre en mitad de este, para así el cobrar el impuesto de pontazgo, que ayudaba tanto a recaudar impuestos como a pagar el mantenimiento del mismo.
La torre tiene planta con forma de pentágono en la base, y en lo alto está remata con almenas.
Sobre cada puerta hay un matacán usado como defensa a su paso por el mismo, y dicha torre se cerraría con portones.
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